Europa 1999

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El 99 se despliega frente a nuestros ojos a gran velocidad, deslizándose sobre la aceleración energética que se ha manifestado en el último trimestre del 98. Cambios y más cambios: fuegos de la tierra, aguas turbulentas del cielo, separaciones, enfermedades rápidas como el rayo, huracanes, terremotos y deslizamientos de tierras, estallidos coléricos y bombardeos ...

No podemos refugiarnos en la sorpresa porque los avisos han sido muchos a lo largo de los últimos años pero, a pesar de todo, las crisis y catástrofes llegan sigilosamente, como los murciélagos al atardecer. Y en medio de esa andanada cotidiana, las noticias parecen disolverse como algo ordinario que siempre ha sucedido, como si una cosa no tuviera que ver con otra y las inundaciones de Centroamérica (así como sus tres volcanes en erupción) fueran independientes de los maremotos en Polinesia, de los bombardeos de Iraq y del caos financiero que amenaza al mundo desarrollado.

Entretanto, las reuniones planetarias, las convocatorias de nueva conciencia, los consejos de visiones, los encuentros de unidad y el trabajo sinérgico en redes de luz... se expanden por las tierras hispanas y europeas.

Todos sentimos la necesidad de crecer y evolucionar hasta ser maestros de nuestra propia vida, al mismo tiempo que nos disponemos a trabajar con gentes de ideas y de energías diversas pero de corazón abierto, capaces de respetar el sol interno de cada ser humano por encima de las aparentes diferencias en lo que a creencias, emociones y formas de hacer las cosas se refiere. Es aquí donde la Tradición Conchera toma su lugar y da fe del tremendo esfuerzo que algunos de sus miembros están haciendo contra las losas momificadas del pasado (que a su vez encierran una enorme energía que hay que intentar no perder de la mano).

Los Concheros hispanos se preparan para un futuro de unidad, de contacto permanente con lo invisible y de necesidad generalizada de un sistema ritual mágico, flexible y respetuoso con las formas de ser y pensar de cada uno de los participantes en una ceremonia colectiva pluralista.

Y esa es la batalla emprendida en el período que va desde el año 87 hasta el 92 por la Guía Mayor de la Tradición Conchera Guadalupe Jiménez Sanabria y el apoyo incondicional de sus guías invisibles, que fueron (junto a los nuestros) los verdaderos artífices de este puente de luz, amor y poder interno, que se estableció entre México y España.

Desde el desierto de Wiricuta partió la visión que nos lanzó de nuevo sobre los caminos sagrados del peregrinaje: el año 92 sobre la vía tradicional del Camino de Santiago, partiendo de Canfranc; el año 95 sobre los Cuatro Vientos de Hispania; el año 96 la Peregrinación de Francia por las vías de Saint Jacques; y este próximo año el despertar del corazón de Europa desde el 15 de Julio al 15 de Agosto de 1.999.

El día 11 de Julio celebraremos la Velación y Danza del Señor Santiago en Compostela, de acuerdo con la jerarquía eclesiástica y como antesala, petición de permiso y bendición de nuestro Patrón en esta última etapa de las grandes peregrinaciones.

Como sabéis, iremos en autobús desde El Pilar de Zaragoza hasta Monserrat (chakra europeo a nivel telúrico), y desde allí viajaremos rumbo a Rocamadour y Conques para enlazar las tres peregrinaciones anteriores. De allí partiremos hacia la zona cátara y realizaremos el ceremonial correspondiente. Pero todo esto se irá matizando más tarde.

Ahora es el momento de animar a los indecisos y a los que aún no comprenden la importancia de despedir dignamente el milenio y plantar las semillas del cambio espiritual en el corazón de Europa.

Porque es seguro que estas largas peregrinaciones son complejas y problemáticas en muchos aspectos, pero también que transmiten intensas experiencias y encuentros insospechados. Si caminamos y danzamos con alegría en el corazón ciertamente recibiremos una digna aceptación allá por donde vayamos para que nuestra llegada no provoque demasiados revuelos en las grandes capitales europeas.

Va a ser para todos un considerable esfuerzo, pero hemos de asumirlo como nuestra consagración de fuego y la asunción de nuestro destino.

Ha llegado el tiempo de la maduración de los frutos y de plasmar con claridad el mensaje de futuro que tenemos para compartir con nuestros hermanos europeos. Allí seguramente no habrá discusiones y todo descenderá por su propio peso, ya que es nuestra obligación convertir este camino en universal, tal y como deseaba la Jefa Nanita.

La alegría siempre presente, las alabanzas que lo sean de verdad (por algo se llamarán así) y no tristes lamentos, la participación de todos como meros compadres afrontando un desafío común, la clara definición que vamos a establecer entre las Obligaciones de los Vientos Centrales (que nos unen y enlazan poderosamente con la energía de México) y el resto de las Obligaciones de danza, de peregrinaje o aún de Velación, etc.

Pero detrás de las apariencias, por profundas que parezcan, recordemos que ser conchero es servir a ese Gran Espíritu que llamamos Dios, Wakantanka, Wakonda, Ometeotl o Manitú. Y estar atentos a los signos y sincronicidades que nos llegan sin descanso desde la Otra Realidad misteriosa.

Os emplazo a que seáis capaces de participar plenamente en este juego divino, que asumáis el papel que os corresponde en este Círculo de Danza que creará remolinos y espirales ascendentes y descendentes para tocar los cielos y el corazón de la Tierra Gaia. Es una oportunidad única llena de bendiciones desde lo invisible para todos los participantes con un sol despierto bajo y detrás del corazón, un contacto directo con el Linaje que nos guía y que es responsable de conducir nuestros destinos por las selvas de asfalto y las autopistas del bosque.

Dejad los límites a un lado y recordad que algunos de nuestros compañeros participan en misiones de mucha mayor envergadura material dejando a un lado los temores por el futuro.

Así que todos de batalla hacia Europa en este Año Santo Compostelano para que Santiago vuelva de nuevo a cabalgar sobre la Vía Láctea gritándonos mientras enarbola la espada que corta las viejas dependencias: ¡Ultreia e Suseia! ¡Más arriba y más profundo!

Las viejas batallas reverdecen una vez más en Inglaterra, Alemania, Holanda o Bélgica. Pero esta vez los clarines son de mar y las armas levantan el fuego de la entrega y el humo del copal, abriendo puertas a matrimonios que no son de conveniencia porque celebramos el nacimiento de la unidad de Europa, la superación de las fronteras y la cicatrización de las heridas de la historia. ¡Preparen los concheros la vela mayor y el trinquete para que los Cuatro Vientos de Europa nos hagan navegar por los santos lugares de nuestros antepasados, elevando el corazón hasta los cielos del tercer milenio!

Ahí estaremos y quiera Dios que podamos expandir un digno mensaje de ofrenda a la Madre Tierra y recibir las bendiciones de nuestros hermanos estelares, reunidos alrededor del Cristo-Sol, que brilla en lo profundo de cada ser humano.

ITINERARIO
Zaragoza - Monserrat - Lavelanet - Montségur - Rocamadour - Friburgo - Selva Negra - Nuremberg - Berlín - Hannover - Eindhoven - Calais - Salisbury - Stonehenge - Glastonbury - Dover - Calais - Mont Saint Michel - Carnac -Saintes - Roncesvalles - Zaragoza.

CRÓNICA 1
De nuevo viajando en espiral por los sagrados caminos de las estrellas, proyectados esta vez sobre las sendas asfaltadas de Europa, allá por donde el Sol trata de atravesar, tantos días inútilmente, las grisáceas cortinas que velan el cielo.

A lo largo de tres semanas la lluvia ha sido nuestra más cercana y misteriosa compañera, desde que atravesamos la ilusoria frontera hacia Montségur hasta que cerramos el círculo en Roncesvalles, recuperando en los montes navarros "nuestro" Sol resplandeciente de vida, antesala del merecido y caluroso amerizaje del que disfrutamos los siguientes días del mes de agosto.

En el transcurso de cada jornada, la lucha entre la bonanza y la tormenta nos regalaba algunos momentos luminosos, especialmente en el círculo de danza, pero la humedad perseguía nuestra sombra tanto que, por primera vez en las cuatro peregrinaciones, los tipis de campaña fueron nuestro abrigo cotidiano con una buena media docena de excepciones nocturnas.

Y esta misma agua de los cielos fue la que nos introdujo con mano fluida y desafiante en los más bellos momentos, los más íntimos e iniciáticos de toda la peregrinación del "Despertar del Sol de Europa".

La velación inicial en Nuestra Señora de Salz, cerca del Pilar de Zaragoza, se realizó el día del Apóstol Santiago y resultó poderosa aunque un poco falta de sincronía, como presagio de esa armonización que tenía que servir de antesala para emprender durante tres semanas la ruta sagrada establecida.

Al día siguiente, en Monserrat, todo fluía mejor y las dancitas revelaban la alegría del encuentro y el nuevo desafío que recién acabábamos de comenzar. Era como si no hubiésemos deshecho las mochilas de la peregrinación del 95 por los Cuatro Vientos del corazón de Hispania o del 96 por los Caminos de Santiago en Francia.

Se sentía esa continuidad y esa facilidad que nos acompaña siempre que partimos en peregrinaje y no existen interferencias extrañas.

La prueba de fuego llegó muy pronto, en las tierras ancestrales de los Perfectos, esos hombres y mujeres cátaros que se convertían en Cristos vivos y que fueron masacrados por sus hermanos cristianos, seguidores de Roma la pérfida.

Y esta prueba nos mostró sin posibles dudas el nivel de exigencia de la gesta que teníamos delante y nos mostró el elevado grado de protección que nos cubría desde lo Invisible.

En lo alto de la muralla y después de dos avisos estruendosos que hicieron vibrar nuestra auras, ante la petición de un signo que llegara del cielo, e invocando a Santiago como señor del rayo, se manifestó instantáneamente su trueno ensordecedor y su torrente imparable de energía que derribó a ocho de los trece guerreros que hacíamos equilibrios en las ruinas centenarias (de ellos tres perdieron brevemente la conciencia). Esta fuerza incomprensible descendió inmediatamente después hacia la parte baja de la muralla donde otra veintena de concheros hispanos, refugiados de la tormenta en dos estrechos arcos de piedra, tuvo contacto directo con las chispas liberadas, con el sonido apabullante y con la sensación de estremecimiento divino que acompaña la presencia del rayo.

Un chorro de fuego, enormes piedras removidas, alguna zapatilla de deporte calcinada, manos o pies dormidos, algún que otro grito de descontrol o de maravilla, agua y granizo a mares, más rayos, y en medio de todo esto la impresión indudable y pasmosa de que habíamos sido tocados y protegidos por el Espíritu.

Cantos y plenitud, agradecimiento con lágrimas en los ojos, invocaciones, plantado de cristales, abrazos con el resto de los hermanos etc.

Luego nadamos como delfines y descendimos de Montségur a paso de poder, resbalando en la tromba de agua como si de esquí alpino se tratara...

Y así fueron corriendo los días, entre los que podemos señalar el precioso encuentro en Berlín con algunos compadres y comadres del Tata Ernesto, así como la intensa danza que compartimos con ellos en la Puerta de Brandeburgo... el ritual conchero ante el monumento megalítico que es el Sternsteine en la Baja Sajonia alemana (cinco enormes pilares de roca caliza que se elevan 30 metros por encima del bosque y en cuya cámara más alta hay un nicho para observar la salida del sol en el solsticio de verano)... una breve pero preciosa peregrinación a pie por la zona de la Selva Negra con una humilde dancita final en un lugar anónimo, perdido en las entrañas de este dragón de vida con sus árboles oscuros.

Atravesamos Holanda y Bélgica con más danzas hasta que pasamos al sur mistérico de la Bretaña grande (el paso del canal se percibe energéticamente como un gran revuelo interno), sintiendo como nunca el poder de la Tierra y la presencia viva de ese insondable mito-realidad del santo Grial. Las gentes "tiesicas" las pobres para defenderse del chorro telúrico que se manifiesta constantemente.

Danzamos en Stonehenge aunque, como en el caso de las grandes catedrales cristianas convertidas en museos para japonésidos, su poder pertenece ya a otro tiempo, y a sus guardianes hay que darles tila, además de una buena dosis de respeto humano.

También lo hicimos, con mayor armonía, en el atrio de la Catedral de Salisbury (donde resuenan las campanas del cristianismo primordial), pero esta experiencia quedó eclipsada por nuestra caminata y danza en la colina de Glastonbury donde se cree que está enterrado el rey Arturo (ya que, rodeada de tierras pantanosas y de ríos, se asemeja a una isla, la misma que algunos identifican como la isla de Avalon habitada por hechiceras).

Y, ciertamente, en Glastonbury hay más diosas y hechiceras por metro cuadrado (además de comercios para atender sus demandas) que en ningún otro lugar de la Vía Láctea.

Allí disfrutamos de ese encuentro de hermandad con el pueblo inglés que ya intuíamos como necesario antes de abandonar la tierra sagrada de Camelot.

No será posible olvidar a ese druida del gong que correspondió a nuestra ceremonia con auténtico poder interno, ni al grupo de indígenas ingleses que colaboró con el plantado de "ese pedaso de cristal" que ofrendamos a la colina artúrica "desde donde puede verse el más allá". Sin dudarlo, fue otro de los momentos eternos del peregrinar europeo.

Pero aún no habían terminado las aventuras porque, de retorno al continente, tuvimos cita con el Mont Saint .Michel en Normandía, uno de los más poderosos centros espirituales del medioevo (decía Víctor Hugo que es para Francia lo que la Gran Pirámide para Egipto), al que llegamos después de pasar el eclipse de la mañana del 11 de agosto en una pequeña iglesia románica dedicada también a San Miguel.

Siete kilómetros de poderosa caminata por las marismas de arenas movedizas (para tranquilidad material del grupo de guías que bienvive de este fenómeno natural no autentificado) hasta llegar al monte-isla que había servido como tumba céltica en la antigüedad, cuando los druidas lo utilizaban como centro de adoración al Sol. (Más adelante, en el período romano, se continuó con el culto al dios solar Mithras y, por último, el dios Sol fue sustituído por San Miguel, jefe de los ejércitos celestes).

Después llegamos a Carnac y sus menhires megalíticos. Otra danza intensa y armoniosa, y otro cristal a los pies del Dolmen del Gigante...

Y así, poco a poco, de regreso hasta Roncesvalles, donde nos recibió un día soberbio tal y como lo fue la danza y la limpieza que allí realizamos para equilibrar los momentos de despedida en el peregrinaje del 96 que crearon en su momento cierto desasosiego en los corazones.

Por último, velación y danza en Zaragoza, dedicada a la madrina del Señor Santiago, la Virgen del Pilote, del Pilar, de la Piedra.

Nos quedamos con las monjitas de la Virgen del Salz y su santo Juan Bonal, y danzamos con alegría en su convento. Recibimos sus cuidados y cerramos tres semanas de Obligación Conchera que, sin duda, irradiará no sólo en nuestros corazones y en aquéllos que fueron testigos de nuestro trabajo, sino también a través de los radiantes cristales que fuimos plantando por todo el camino y que fueron introducidos en la Red Planetaria el día del eclipse, tal y como se nos había encargado desde nuestros hermanos volátiles.

¡Buen camino a todos los peregrinos del Dharma de la Ascensión de la madre Tonantzin!

CRÓNICA 2
La acogedora y familiar ermita de Nuestra Señora del Salz, en tierras aragonesas, fue el punto de arranque y final de nuestra última Peregrinación Conchera del milenio: "El Despertar del Sol de Europa".

Una intensa velación durante la noche previa a la fiesta del Señor Santiago y la danza posterior ante el Pilar de Zaragoza pusieron en marcha y profunda sintonía al grupo. Y el flamante autobús de "Autocares Gastón" conducido por Gabriel con precisión milimétrica -que se lo pregunten a los campistas holandeses)- enfiló los casi siete mil kilómetros que nos disponíamos a recorrer.

Monserrat nos recibió, como siempre, con sus rocosas agujas apuntadas al cielo mientras nosotros enterrábamos en la tierra, en armoniosa ceremonia, uno de los cristales preparados al efecto. Ceremonia que se repitió a lo largo de los días, conectando en red significativos enclaves de Europa: Monserrat, Montségur, Rocamadour, Friburgo, Berlín, Sternsteine, Stonehenge, Glastonbury, Mont Saint Michel, Carnac, Roncesvalles...

Con un dato muy significativo: en todos ellos, de manera totalmente imprevista, hubo una participación comprometida de personas del lugar que aceptaron ser guardianes de las Semillas de Luz que íbamos depositando. Preciosos e inesperados encuentros que tocaron los corazones de todos.

Tras cruzar los Pirineos, un recuerdo en el castillo de Montségur a los cátaros inmolados en su comprometida búsqueda interior. El fuego que les abrazó vino también al encuentro del grupo de los peregrinos envolviéndolo en los rayos de una impresionante e inolvidable tormenta. Al parecer, los Cuatro Elementos en trabajo intensivo nos iban purificando para el trabajo que pensábamos realizar.

Una conexión con el Camino de Santiago en la Virgen de Rocamadour y la inmersión en la Selva Negra junto a Friburgo fueron fugaces etapas en una acelerada marcha hacia Berlín, donde debíamos estar sin falta el último día de julio para posibilitar la incorporación de otros peregrinos que, por diversas obligaciones personales, no pudieron viajar desde el comienzo.

Berlín nos recibió muy acogedoramente. Unos buenos amigos, conocidos vía Internet en uno más de los muchos episodios maravillosos que fueron macando la Peregrinación, nos abrieron las puertas de su Centro para que sirviera de base de operaciones. Con uno de ellos, José, y otros integrantes de su Grupo Conchero tuvimos el privilegio de danzar durante horas en la propia Puerta de Brandeburgo, haciendo realidad un sueño acariciado por todos.

Tras la incorporación de los refuerzos llegados de España, y ya en número de cincuenta personas, continuamos el viaje por Alemania hasta el impresionante conjunto prehistórico del Sternsteine, que vino hacia nosotros también de modo insospechado.

El paso rápido a través de Holanda y Bélgica nos permitió llegar a Calais y atravesar el Túnel de la Mancha envueltos en las notas de una alabancita: "Eleva el pensamiento... nada te turbe, nada te espante...".

Las Islas nos recibieron con su clima característico: más agua, para no variar. Pese a ciertas dificultades con la autoridad, se pudo celebrar también un breve ritual en Stonehenge antes de disfrutar de otro mucho más reposado y completo en una colina sobre la mítica Glastonbury.

Y de nuevo el Túnel de la Mancha nos transportó hasta Pontorson, a la sombra del Mont Saint Michel, el día 10 de agosto, víspera del Eclipse de Sol.

El día 11 se vivió intensamente. La iglesita románica de Pontorson nos acogió durante horas de interiorización y después nos acercamos en columnas, cantando, hasta el Monte sagrado en una inolvidable marcha por las arenas de la bahía mientras la marea comenzaba a subir.

Al día siguiente los alineamientos de Carnac rememoraron épocas lejanas sintiendo de nuevo a su alrededor la vibración de percusiones y pies danzantes marcando danzas sagradas.

A punto ya de concluir, un nuevo contacto con el Camino de Santiago en Roncesvalles y una bella alabancita cantada en la Misa de Peregrinos, rodeados de canónigos y con acordes de órgano, simbolizaron de alguna manera el encuentro y abrazo con tantos lugares de poder, tantas personas abiertas y tantos caminos espirituales tocados a lo largo del recorrido.

La última velación en Nuestra Señora del Salz y la danza y posterior entrega en el Pilar de las flores cargadas con el trabajo y la recta intención de todos los participantes cerraron geográfica y espiritualmente la Peregrinación.

CRÓNICA 3

Fue al final de veinte intensos días de verano, en la ermita de Ibañeta. Atrás quedaban oraciones y cantos esparcidos por los sagrados rincones de la vieja Europa.
Fue al final de veinte intensos días de verano, en la ermita de Ibañeta. Atrás quedaban oraciones y cantos esparcidos por los sagrados rincones de la vieja Europa.

Aquel día ya no se organizó trajín de pucheros, la furgoneta descansaba frente al hayedo de Roncesvalles, los butanos contenían su fuego... Los concheros enterraban sus últimos cristales allí donde los peregrinos europeos tropiezan con los valles navarros, donde la Mesa del Señor Santiago culminara también otras peregrinaciones...

En el mismo collado donde Carlomagno viera mermada su gloria y otras batallas dialécticas más recientes urgieran de limpieza ese lugar, se reunieron los concheros en uno de sus últimos y más emotivos actos.

En vez de cazo y cuchillo agarramos la cámara, pero el objetivo no sabía dónde anclarse. La máquina andaba loca. No acertaba dónde disparar, la lente no distinguía qué estampa inmortalizar. Mientras los cristales eran sahumados para retornar a la Madre Tierra, las gargantas apuraban sus últimas alabanzas: "Con un sonoro canto y dulces melodías, alabemos al Dios Santo que nos da su energía...". Por doquier bellos rostros, henchidos de espíritu, reclamaban su instantánea. Cada figura era ya digna de foto y enmarque.

¿Qué dejaban atrás estos concheros incombustibles, a la vuelta de miles de kilómetros con sus canciones en los labios y el polvo en sus sandalias? ¿Satisfacción del trabajo culminado, gozo del retorno, sublime trance colectivo...? No acierto con la entera razón, pero todos los rostros se encendían.

Seguramente fuera eso, una pequeña misión cumplida dentro de un plan mucho más grande cuya magnitud hoy por hoy nos desborda, descomunal tarea que no se puede afrontar de una tacada. Por eso estuvo bien así: una danza a la sombra de las piedras milenarias, una oración a la Madre que nos aguardaba en medio de ciudades de encanto, unos cantos sobre la arena de playas inmensas... y todos esos instantes pegados por verdadero compadreo y sana alegría compartida.

Dicen que fue fecundación de rayos y tormentas divinas, estrecha fraternidad amañada bajo toldos diminutos, camaradería hilada en eternas autopistas... En realidad todo debió ser un sueño tejido entre velación y velación, un animado paréntesis en que nos sumió la sagrada atmósfera del copal... ¿A dónde viajamos en realidad? ¿A Rocamadour, Stonehenge, al lejano Berlín... o tan solo perseguimos el eco incansable de más íntimas caracolas?

Dicen que el sol acrecienta fantasías, que no nos derribó ningún rayo en la muralla de Montségur, que el círculo de Glastonbury no guarda en sus anales artúricos el sagrado círculo que, con familias hermanas, formamos en su torre...

Pero damos fe, porque lo vimos mientras revolvíamos la sopa y sacábamos la carne a los melones, que se entregaron allí donde pusieron pie y calzaron plumas. Damos fe de que se emplearon a fondo, de que el humo sagrado del copal alcanzó la Puerta de Brandeburgo, los menhires de Stonehenge, las gaviotas de Saint Michel.

Damos fe de que los concheros dieron todo de sí por los caminos de Europa mientras les preparábamos müesli y pelotitas de arroz para sostener su gesta. Siempre llegaron tarde al ruido de los perolos, a la señal del rancho; pero tenía que ser así. Dicen que no era fácil callar en la última estrofa de la alabancita, silenciar la cuerda en el último rasgueo... Tanto por alabar, tanto por cantar...

Quizá alguien se preguntó a lo largo del peregrinaje qué hacíamos allí, perdidos en asfaltos, a 2000 kilómetros de distancia, en medio del fragor de ciudades desconocidas.

Las respuestas llegarían de los corazones agradecidos agolpados sobre el círculo de la danza, de una Madre Tierra halagada por el sudor derramado en tan remotas geografías, del Cielo que nos tumbó con sus rayos sobre mullido suelo de piedras...

No más tropezamos con la Colegiata, no más tomamos asiento en España, algunos conspiraban ya para peregrinar de nuevo, para saltar otra vez al mundo y encender el sagrado copal en rincones más lejanos.

Hubo quién dejó girones de corazón en la cuneta de la carretera mientras que, camino de Pamplona, una "Paloma Blanca" salía de las gargantas y elevaba la dicha de los peregrinos por encima de las ancianas pero siempre reverdecidas cumbres de Euskalherria.

 

En la desbordante tempestad de la ilusión sin tiempo
San Yago, señor ancestral del trueno,
fue invocado amorosamente por sus hijos danzantes
que, erguidos sobre las ruinas amuralladas,
con los brazos elevados hacia el cielo,
hicieron ascender sus voces curtidas de canto
hasta reinar sobre la embravecida tormenta.

Sin miedo, en confianza y con firmeza, fue llamado
desde las cuatro direcciones que gobierna.
Y sin miedo caímos de rodillas impresionados por su Presencia.
En su caballo blanco, espada y estandarte en mano,
cabalgó Santiago a su cita en la tierra de los Perfectos.
Llegó con estruendo, levantó muros de fuego,
hizo saltar las rocas y conmocionó nuestra forma cristalina.

Nos tomó por las manos, por los pies o por la frente
murmurando en las rocas milenarias y acariciando a sus hijos,
incrustando en sus genes esa poderosa memoria espiritual
que sólo manejan el fuego solar y los huesitos de la Madre Tierra.

Así los Concheros hispanos, peregrinos de Europa,
fuimos iniciados por el Misterio del rayo
y recibimos el regalo secreto de los Cátaros de Luz
que iluminará por siempre nuestro caminar por las estrellas.